miércoles, 17 de octubre de 2012

CRÍTICA A OTROS TIPOS DE GOBIERNO.

Pero lo de mi anterior post no sólo se extiende a las democracias, (que prometen que todo el pueblo puede decidir para el beneficio de todos; y la realidad es que los ciudadanos carecen tanto del conocimiento como de los motivos puros necesarios para tomar siempre decisiones correctas para el bien común; y como Platón la calificó: “La democracia es una encantadora forma de gobierno, llena de variedad y desorden, que dispensa una especie de igualdad a todos, iguales y desiguales”) si no que los fallos existen y existirán en todo los tipos de gobierno:

Las monarquías prometen estabilidad y unidad bajo la gobernación de un regente único; la realidad es que los regentes humanos, de conocimiento limitado, estorbados por las imperfecciones y debilidades humanas y quizás hasta movidos por deseos incorrectos, son mortales; por consiguiente, cualquier tipo de estabilidad y unidad dura poco.
 
Las aristocracias prometen los mejores gobernantes; la realidad es que gobiernan porque poseen riquezas, poder o cierto derecho de sucesión hereditaria, no necesariamente porque tengan sabiduría, perspicacia o amor e interés en otros. Un gobernante inadecuado de una monarquía es reemplazado por una sucesión de gobernantes que pertenecen a una aristocracia de elite.
 
Las autocracias prometen conseguir que se hagan las cosas sin demora indebida; la realidad es, como declara el periodista Otto Friedrich, que “hasta los hombres con las mejores intenciones, una vez que entran en la jungla política del poder, tienen que hacer frente a la necesidad de ordenar acciones que en circunstancias normales calificarían de poco éticas”; de ese modo, “buenos” autócratas se convierten en gobernantes impulsados por el afán de poder y dispuestos a sacrificar las necesidades de sus ciudadanos sobre el altar de la ambición personal o la conveniencia.
 
Los gobiernos fascistas prometen el control de la economía para el bien común; la realidad es que tienen un éxito escaso y sacrifican la libertad personal; la glorificación de la guerra y el nacionalismo les ha llevado a crear monstruosidades políticas como las que se dieron en la Italia de Mussolini y en la Alemania hitleriana.
 
Los gobiernos comunistas prometen una sociedad utópica sin clases en la que los ciudadanos disfruten de igualdad completa ante la ley; la realidad es que las clases y las desigualdades persisten y que los políticos corruptos expolian al ciudadano común; el resultado ha sido un amplio rechazo del concepto comunista y el riesgo de la desintegración de sus baluartes por causa de los movimientos nacionalistas y separatistas.

Al final, el viejo Sócrates tendría razón, y solo podremos tener como verdad que: “Solo se, que no se nada”.

1 comentario:

  1. Mucho mejor. Te veo un tanto nihilista. Platón estaría de acuerdo en que todas son imperfectas pero no todas igualmente malas.
    Saludos

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